Pues si chicos, mi viaje comenzó de una manera un tanto, como decirlo sin que suene tan tremendo, de una manera un tanto averiada.

Si chicos, salí a las cinco de la mañana rumbo al sur, que alegría que alboroto, que tengo un perrito piloto. Madrugón como una niña buena para no pillar los atascos de primera hora de la mañana e ir con la fresquita. Legaña pegada al ojo, pelo recogido en moño para que no moleste, coche cargado hasta arriba de cosas que he ido acumulando en Madrid para ir amueblando y decorando la casa del pueblo, botella de agua en el asiento de al lado, radio puesta a todo volumen para no adormecerme ya que iba sola y no tenía con quien hablar, y lo más importante de todo, mis dos peluches en el salpicadero vigilando cautelosamente que nadie me hiciera una pirula.

De repente mientras RosaAmarilla iba cantando a grito pelado la canción de Amores de barra, de Ella baila sola, sin la melena al viento por que como he dicho iba con el moño de Maruja, pero berreando como una loca, y adelantando a un Audi, jiji, y yo con un 206, un ruido, un golpeteo en el ambiente hizo que la canción cesara de mi garganta (creo que fue lo único bueno de la historia), me hiciera mirar al panel de control y asustada confirmé que algo no iba mal, el testigo de la batería se había encendido.

Paré mi motonave en el lateral de la carretera. Luces de aviso puestas, chaleco amarillo reflectante, que a pesar de ser RosaAmarilla, este color no me pega ni “patrás”, capó abierto con el motor al aire, y la menda lerenda asomando la cabeza como si supiera algo de mecánica. Después de mucho examinar llegué a la conclusión, la junta de la trócola no era, esto debía ser una correa. Años estudiando mecánica, y sobre todo ver una correa colgando por debajo del motor fue lo que me hizo llegar a dicha conclusión.



Y allí estaba yo, esperando al señor de la grúa viendo los vehículos pasar por la carretera a toda velocidad. Que emoción, iba a ser mi primera grúa. Ains.

Como buena ley de Murphy, por motivos bastante personales, no por los toledanos que son gente estupenda, yo le he tomado cierta tirria a Toledo, pues nada chicos, si le coges tirria a un sitio, nuestro amigo te hará quedar averiado en la provincia. Y allí estaba yo, en Talavera, no se si jamones de Jabugo traería, pero me veía cargando con cerámica talaverana que es preciosa.

Tengo que reconocer que la gente de la grúa se portó conmigo de maravilla. Me llevaron al taller, eran las siete de la mañana. Me dejaron que me quedara en su salita de espera, en un sillón comodísimo. Yo estaba muerta de vergüenza, sola, con tres gruistas, por cierto uno tenía unos ojos de impresión (RosaAmarilla, siempre pensando en lo mismo), continuamente atendiéndome: “¿Quieres un café?, ¿tienes frío, te cierro la puerta?, Siéntate, ponte cómoda, ¿te cambio la cadena de la tele si no te gusta lo que hay?.” Hasta me permitieron cargar el móvil que lo tenía medio muerto de batería.


Y allí estaba Rosa Amarilla, en la base de la grúa esperando que llegara el mecánico.









Finalmente, a las nueve de la mañana llegó el mecánico, éste me confirmó, como yo me imaginaba, que era la correa del alternador, (la barata, como diría Lunax), pero que hasta las diez de la mañana no abrían recambios y no me podían confirmar si la rotura había producido ninguna otra avería hasta que la hubieran cambiado.

Y así pasé la mañana en Talavera, acompañada de la gente de Auto-taxis Talaverana, que no quiero hacer publicidad en mi blog, pero tengo que reconocer que son unos profesionales como la copa de un pino, y encima gente cantidad de humanitaria.

Finalmente y tras cambiar la correa me dijeron que estaba todo bien, que habían revisado y no tenía otro fallo y que probablemente habría sido una piedra que se colara en el motor, hiciera una muesca en la correa y esta al roce con los rodamientos se fuera desgarrando.

A las once de la mañana pude continuar viaje y ¡¡¡¡RUMBO A HUELVA!!!.

Esto ya lo dejo para el siguiente.

Saludines a todos y a todas.