La primera noche de trabajo después de mi baja no ha sido tan dura. La he superado bastante bien, a pesar de que en la máquina de bebidas estaba agotada la Coca cola Light, y tengo que reconocer, que soy adicta a ella.
También tengo que agradecer que parte de “la culpa” de que haya pasado tan bien esta noche la tienen mis compañeros que me han apoyado mogollón. Especialmente una persona muy especial que me está ayudando y apoyando muchísimo en estos momentos tan malos que estoy atravesando. Ella sabe quien es, la señora “Kesines”. Tengo que reconocer que al menos tengo buenos amigos en los que confiar.
A lo que íbamos. Tras estar 10 horas y media sentada delante de un ordenador, siendo el primer día de trabajo, he llegado a casa con un dolor de espalda de consideración. Mi vértebra lumbar se está acordando de todas mis muelas por hacerle esto. Salgo a las ocho de la mañana, y gracias al cambio de oficina (¡¡Dios existe!!) en media horita estaba en la camita. Ummm, que gusto y placer, mi cama, mi almohada, mi peluche, mi edredoncito, mis ¡¡perros ladrando!!.... Si, tengo dos perrillos que por la mañana suelen comer y si no les das protestan. Al final durmiendo a las nueve. Como me he acostumbrado a una vida normal, a las dos no había ya quien me mantuviera durmiendo, por lo cual he decidido levantarme.
¿Y que hago yo a estas horas? Pues nada, lo más lógico después de haber estado toda la noche currando, intentar aliviar mi dolor de espalda con ejercicio y largarme al gimnasio.
Era la primera vez que iba al mediodía, siempre acostumbro a ir a primera hora de la mañana o después de cenar. Cuando he llegado, como tampoco es que tuviera muchas ganas de hacer esfuerzos, he decidido ponerme en la bicicleta mas escondida en un punto estratégico donde pudiera divisar la sala completa y deleitarme con el panorama. Me he puesto a sacar conclusiones, comparar los parroquianos del gimnasio dependiendo de la hora, y mas que hacer bicicleta he acabado muerta de la risa. Veamos:
Por la mañana tenemos una mezcla muy extraña de personal. Lo que mas abunda son, marujas sesenteras, maquilladas, con pelos cardados, que se ponen juntas en las cintas de andar, y se dedican a criticar a todas las famosas que ven por la tarde en Aquí hay tomate. Delante de las cintas están las bicicletas, y es una risa ponerse a hacer bici allí, con los cascos puestos pero sin volumen, ellas se piensan que no estás escuchando y te estás enterando de que a la Pili el marido el otro día le vino borracho, y que la que está en la bicicleta de mas adelante tiene hecha una liposucción de esas, por que con la edad que tiene no es normal que tenga ese cuerpo.
Al mediodía nos encontramos con un panorama bastante distinto. Hemos pasado de las sesentonas, a los yupis de negocios, que aprovechan la hora de la comida para hacer ejercicio. Yo concretamente me he estado fijando en uno que me ha llamado la atención. Completamente engominado, con pantalón corto y camiseta de algodón, deportivas blancas, ¡¡y calcetines hasta las rodillas!!. Este hombre se ha puesto en la máquina de step. En un lado el periódico, en el otro los cascos, y en el otro el móvil. Desde luego hay que ser McGiver para conseguir tener todo eso encima del aparato sin que se le caiga. La cuestión con este hombre es: ¿para que paga un gimnasio, si se ha tirado toda la hora que he estado allí subiendo y bajando del aparato? Que si una llamada al móvil, que si voy a por agua, que si ve a otro yupi amigo y va a saludarle… Finalmente, he terminado, me he ido a duchar y le he dejado allí. Mi sorpresa fue que al irme a mi casa, me lo encontré en un bar cercano, comiéndose un “peazo bocata grasoso que te peich”. En fin, sin comentarios. Como nos gusta presumir ante los amigos de que somos sanos.
Y por último el turno de tarde noche. Este es curioso por que se dividen en dos tipos de personas que van al gimnasio. Primero los cachitas musculeros, a los que yo les llamo los Allbran, por tanta fibra que hay en su cuerpo. Esos suelen estar en la sala de musculación compitiendo a ver quien levanta mas peso con el músculo ancóneo, que ni idea donde está, pero que se que existe por que se lo he escuchado decir alguna vez a ellos. Vamos, que son una clase de fisonomía humana andante. Y luego los quiero y no puedo. ¿Nunca os habéis parado a pensar por que cuando acabas de hacer tu tabla de ejercicios acabas asquerosamente sudada y cuando vas de camino al vestuario te cruzas con un menda que a pesar de llevar allí toda la tarde, esta tan fresquito y planchadito? Os doy la explicación: después de muchas horas de gimnasio, me he dado cuenta de que dichos personajes son los catalogados como “aves de rapiña en busca de pieza fresca”. Los reconocerás por que se visten como pimpollos con ropas recién sacadas de la tienda, todos repeinaditos, situándose estratégicamente en un aparato donde tengan visión completa de la sala y puedan ser vistos por todas. Se tiran media hora colocándose para empezar el ejercicio, que nunca empiezan. Mientras hacen esto, están ojo avizor a todo ser vivo de género femenino que entra en la sala para saltar a su presa. Su máximo ejercicio llega cuando avistan una presa que les parece jugosa, y proceden a intentar su caza, bajándose del aparato y dirigiéndose a ella con cualquier tonta excusa. Habitualmente esta hazaña acaba cuando la presa le pone una sonrisita hipócrita tipo: “ ya está el pesado de turno dando la brasa”, y le indica que desgraciadamente le tiene que dejar, que le está dando un tirón en la pantorrilla y se va al vestuario a ver si con agua fría se le pasa.
Por último, el último espécimen, donde yo creo encontrarme, somos aquellos que vamos al gimnasio por el puro hecho de hacer ejercicio, pasando de todo el mundo, y a nuestro rollo. Esos son los mejores. ¿Y vosotros, en que grupo os incluís?
yo me incluyo entre los que no vamos al gimnasio, hemos asumido ya que lo que hay es lo que hay y.. para que cambiarlo, no?