Ayer por la tarde le vi por primera vez desde que me dejó. Vino a buscarme para llevarme a trabajar, fueron solo cuarenta y cinco minutos, cuarenta y cinco minutos realmente extraños, raros, diferentes.
Le esperaba en la calle, me temblaban las manos de nervios, no sabía como iba a reaccionar yo. No sabía lo que iba a pasar por mi mente después de tantos meses sin verle, sin escuchar su voz. Llegó con su coche, y al verle aparecer, parar delante de mi, me hizo recordar tantas y tantas veces que lo hizo cuando estaba con él, pero esta vez era distinto. Esta vez cuando entré dentro no hubo un beso en los labios, no hubo un hola mi vida, esta vez hubo un simple beso en la mejilla, tímido, triste, sin mirarnos a los ojos, sin casi sentimiento.
- Estás muy guapa ahora.
- Gracias.
Fuimos camino de la oficina, que está bastante cerca de mi casa, y hablamos de cosas insustanciales, de las pifias que nos hacen algunos camiones cuando les adelantamos, o la bronca que tuve con aquel taxista hace unos días por que me arrinconó contra otro coche. Pero ni un roce, ni una caricia, y nada de mi mano acariciando su cuello o la suya tocando mi rodilla.
Aparcamos y decidimos tomarnos algo por allí antes de entrar yo a trabajar.
- Como verás no huyo de ti.
- Como verás yo tampoco muerdo y no has tenido intención de acercarte hasta mi.
Llegamos al lugar, compramos unas Coca Colas, me invita, y nos sentamos. Uno enfrente del otro.
- ¿Donde quieres sentarte?
- Enfrente de ti ¿no decías que querías mirarme a los ojos?
- Sí, pero quiero mirarte a los ojos el día que hablemos de lo que tenemos que hablar, pero hoy no hay tiempo.
Seguimos hablando de cosas que no llevaban a ningún lado, de cosas que no tienen la más mínima importancia. Le tenía enfrente, a escasos centímetros de mi, y me notaba lejos. Ya no nos sentamos cogidos de la mano, ya no nos miramos tiernamente, ya no existe esa complicidad entre los dos.
- Te sienta muy bien el moreno.
- Uish, pues ya he perdido mucho, mira, si casi ya no se nota.
- Pues te sienta muy bien, te favorece.
En ese momento empiezan a llegar compañeros de trabajo que venían a comprar su cena. Entraban en el local, la primera me hizo una señal desde lejos con el dedo, insinuándome que tuviera cuidado. El segundo cuando entró y me vio, se acercó, saludó, y al ver las caras que teníamos, se sentó con nosotros. Luego más tarde me confesó que lo hizo por que pensaba que estaba en problemas y quería salvarme. Y el tercero pasaba de largo, hasta que el segundo salió corriendo y le agarró para que se sentara con nosotros.
Llegaba la hora, y nos encaminamos a la oficina. Aquí llega el momento más raro de todos, la despedida. Llegamos a la puerta de la oficina, y fue un simple beso en la mejilla, rápido, intentando hacer que el tiempo pasara raudo para evitar este momento. Tengo la sensación de que él se me acerca, que le apetece acariciarme el brazo, la cintura, pero a la vez noto como ambos tenemos miedo a ello. Miro hacia abajo, y digo un simple ciao, adiós. Me dice algo, no le escucho por que estoy huyendo, estoy huyendo de su mirada, de su mano, de su beso. Ya no hay esos te quiero mi vida, esos besos apasionados que te decían que no se querían separar de ti, esos abrazos, apoyando la cabeza en su hombro. Ya no hay nada de eso.
Nena, con lo contentita que se te veia... Ahora pareces no solo triste (que es normal) sino desesperanzada (que, siendo quien eres, de normal no tiene nada). Mira, lo mas increible de la vida es que nunca sabes lo que te va a pasar mañana. Quien te dice que no volveran todos momentos increibles, y aun mejores, el dia de mañana con un nuevo amor? Nunca se sabe...solo es cuestion de no perder la fe y rodearte de buena gente mientras las heriditas sangren.
De todas formas, mira que te sienta mal a ti ver al chico este...te deja sin pilas.