Mi corazón y mi alma reflejados en un espejo.
viernes, noviembre 25, 2005
El primero de la saga
Bueno, pues aqui está. Después de releerlo varias veces sigue sin convencerme, creo que he perdido demasiada práctica. En fin, a ver si voy tomando ritmo. Espero que os guste. Un besote

Ahí estaba ella, frente al cuadro analizando los colores, formas y profundidades. La invitación le llegó a su domicilio, sonó el timbre de la puerta, al abrir nadie la esperaba. Sobre el felpudo la tarjeta estaba reposando con una rosa roja encima y una nota manuscrita: “Te espero, quiero que mi mejor obra de arte seas tú”.

No sabía quién había podido ser, no conocía a nadie dedicado al arte y no le sonaba la letra impresa en la invitación. Estaba confundida, pero al mismo tiempo le llamaba la atención toda esta historia.

La inauguración era un jueves por la tarde. El día estaba frío, otoñal, las hojas de los árboles caían amarillentas y se había levantado un poco de viento. No sabía que tipo de sala de arte iba a visitar y pensó que mejor arreglarse un poco, prefería pasarse de elegante que parecer vulgar. Camisa negra ajustada con un bonito escote, minifalda a media pierna y zapato negro de tacón de aguja. Poco adorno para no recargarse mucho, simplemente esa cadenita y pendientes de oro que hace años le regalaron por su cumpleaños. Estaba espléndida, llamativa, elegante. Salió a la calle y se dirigió al lugar.

Al llegar se encontró ante un local, no tenía ventanas y la puerta estaba cerrada. Era todo muy raro, extraño. No parecía ser ninguna sala de arte, sintió algo de miedo, pero la curiosidad le podía y continuó adelante. Golpeó en la puerta y esperó, teniendo la certeza de que si no había nadie era por que había llegado pronto al sitio. De repente la puerta se abrió y una persona de aspecto muy cuidado pero algo estrambótico le saluda con un gesto de cabeza y le invita a pasar educadamente: “La estaban esperando”.

La puerta se cerró tras sus espaldas, se encontró sola ante una sala en tonos azules y ocres, con un diván en medio. Había cuadros y figuras a lo largo de las paredes y frente a las obras un gran espejo. Música relajante inundaba el ambiente. -“Sí, es una sala de arte, pero ¿Dónde está la gente?”- Pensó ella. – “¿Dónde están los críticos, los invitados, los futuros compradores?”- Sentía que algo distinto iba a pasar, tuvo tentaciones de irse pero resistió, tenía que llegar hasta el final, averiguar por que estaba ahí y el significado de la nota manuscrita en la tarjeta.

Comenzó a mirar los cuadros y se detuvo en uno que le llamó la atención. Era un fondo turquesa con una mujer difuminada, tumbada sobre algo que parecía un tronco de árbol caído, ella estaba de lado, mirando el suelo. El pelo largo cubría sus pechos, y estaba doblada sobre si misma queriendo abrazar sus rodillas. Parecía tiste, como si le estuvieran robando esa imagen y ella fuera consciente de ello.

En el tiempo que más inmersa estaba en el cuadro una voz grave, varonil, decidida, le susurró al oído: -“No busques la belleza de la escena en sus formas, búscala en su esencia, esa esencia es la que tú le aportas.”- Ella giró sobre si misma, sobresaltada y se situó cara a cara con él. A pocos centímetros de ella tenía a un hombre alto, bien parecido, de ojos azul oscuro y mirada penetrante. En sus manos portaba dos copas de vino, procedente de una bodega de renombre, con un bouquet delicado, blanco de crianza, de buen paladar. Se acercó a ella, le ofreció la copa y deleitosamente le susurró: -“Brindemos por nuestros éxitos”

En ese momento un escalofrío recorrió todo su cuerpo, notó como todo su vello se erizaba y se dejaba llevar por algo especial. Su olor, olor a hombre recién perfumado, la sensación del roce de sus susurros sobre su cuello, el calor de sus palabras…

Cuando quiso darse cuenta estaba sumida en los fuertes brazos de aquel ser, que la abrazaba y mimaba, que había soltado su cabello dejándolo resbalar sobre su espalda.

Ella le miró a los ojos, quería resistirse pero las sensaciones que estaba viviendo no le dejaban. Mientras intentaba descubrir quién era esa persona por la mirada, sus bocas se fueron acercando hasta conseguir tan exquisito manjar. Sus labios se rozaron, se acariciaron, se besaron dulcemente. Finalmente, ella al ver que no podía controlar más sus instintos, entreabrió la boca y una dura batalla por conseguir conquistar la lengua del contrario se luchó dentro de ella.

Las fuertes manos de su amante emprendieron la ardua tarea de acariciar su espalda, su cuello, su cintura. Comenzaron a desabrochar con experta delicadeza la blusa de seda negra que ya dejaba notar sus erectos pezones. Su boca comenzó a inundar de besos su cuello, su lengua a saborear cada poro de su piel, sus ojos a observar cada pliegue de su cuerpo.

Ella no sabía que estaba haciendo, pero se dejaba llevar. Era la primera vez que algo así le ocurría, y le estaba pareciendo tremendamente provocador.

La abrazó con fuerza lo que hizo que notara como su pene erecto se oprimiera sobre su vientre. Ya no podía mas, necesitaba sentirle dentro, necesitaba notar como se unían en una desenfrenada pasión. Al ver que ella empezaba a estremecerse, la levantó en brazos y sin dejar de besarle la llevó hasta el diván situado en el centro de la sala. Con ternura recostó su cuerpo sobre él tan cuidadosamente como quién deja un frágil ramo de rosas sobre un lecho de espinas.

Se arrodilló ante ella y comenzó a acariciarla mientras la desnudaba. Le acariciaba con la yema de sus dedos, le besaba sus párpados, su cara, su cuello. Comenzó a saborear sus pechos, su vientre, su sexo. Estaba completamente excitada, húmeda, sedienta de placer.

Al fin y tras tanto desearlo, él la penetró, despacio, con suavidad, con unos movimientos tan sinuosos y rítmicos que ella no podía dejar de suspirar, de gemir, de pedir más. Y cuando ya estaba llegando al placer infinito, al más mortal pecado de éxtasis, giró su cabeza viéndose reflejada en el espejo de la sala, y observó la escena. Un grito de placer brotó de su garganta, mientras su cuerpo se arqueaba y sus uñas se hundían en la espalda de ese desconocido amante.

Mientras tanto, al otro lado del espejo, el artista estaba ante su caballete, pincel en mano, dejando plasmada la esencia del cuadro, la esencia que solo ella con su orgasmo podría aportar.
 
posted by RosaAmarilla at 10:00 a. m. | Permalink |


6 Comments:


  • At 10:53 a. m., Anonymous Anónimo

    Pues quien diria que has perdido práctica yo veo el relato sencillamente genial tanto en la forma como en el contenido y desde luego bien redactado, lo mismo si te decides a publicarlos te conviertes en la J.K. Rowling de los relatos eroticos jeje 1 beso y sigue asi que vas muy bien.

     
  • At 5:51 p. m., Blogger mago

    Esta muy bien pá ser el primero. Animo

     
  • At 9:51 p. m., Anonymous Anónimo

    claramente tengo que ponerme al dia en tu blog porque decir eso de: es que a lo mejor he perdido la practica en esto de escribir (no son palabras textuales, es la version Venus, jeje)... aaay nena!

    Ciao ;) Besitos

     
  • At 6:43 p. m., Anonymous Anónimo

    Hola Piiiii!!Soy tan perro que me he leido sólo los últimos parrafos,no está mal desde luego,pero yo creo que debes escribir independientemente de si está bien o mal,porque en el fondo un blog,es de su dueño y si se debe a sus lectores es que algo falla...un besote y espero que te lo pases mu bien en el Zú!

     
  • At 9:35 p. m., Blogger Unknown

    ¿Que has perdido práctica?.... Me ha enganchado... Jueeerr.. está muy pero que muy bien...
    Además utilizas un lenguaje muy "normal", sin retóricas ni palabrejas que no entiendo.
    Sígue así.... Al menos a mí, me ha gustado mucho.
    Un beso grande, ¡¡¡figura!!!

     
  • At 8:05 p. m., Blogger dulcis-e

    La verdad es que yo no veo la perdida de práctica...

    :) besitos dulces