(Primer escrito en bloc de notas manual)
Me he despertado pronto. Se ha levantado el día nublado y húmedo. No está mal, me gustan estos días melancólicos, oscuros. Me hacen meditar, pensar.
Me he vestido y me he abrigado. Me he puestos mis botas de montaña, que para eso estoy en el campo, y he bajado al salón a desayunar.
Un buen zumo de cítricos, cereales, y un poco de café han alimentado mis energías delante del ventanal del salón mirando la sierra y viendo como los árboles de mi jardín se bambolean al ritmo del aire de enero.
He abierto la ventana para ventilar la casa, he respirado y he llenado mis pulmones de aire fresco, puro, limpio.
Cuando vives en una gran ciudad como es Madrid, cuando estás acostumbrada al ruido, la contaminación, los coches, el reloj y el estrés, echas de menos este tipo de cosas para que te relajen el alma y te hagan sentir persona.
Poder leer un libro con el único ruido de los pájaros detrás, poder mirar a lo lejos y no toparte con un gris edificio, poder respirar a pulmón abierto y no notar como una sensación de mal sabor te queda en la garganta, poder disfrutar de un abeto, de un rosal, de un acebo. Poder disfrutar de esas cosas que la vida te pone y que no podemos o no nos atrevemos a disfrutar, no tiene precio.
Según pasan los días me alegro más de haber tomado la decisión de vender mi piso en Madrid y venirme a la sierra de Ávila. Os recomiendo que lo hagáis si tenéis ocasión.
Irradias tranquilidad.
Creo que tu nueva casita te hará mucho bien (y es taaan mooona).
Besitos de fresa